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Llamó poderosamente la atención el revuelo y comentarios que se dispersaron producto de la nota a J.P. Feinmann publicada en el diario La Nacion el sábado 24 pasado.
La experiencia que cualquier lector puede haber adquirido en los últimos años producto de la disputa entre algunos medios y el gobierno, hace que uno no se sorprenda cuando nota el trato que se le dio a la entrevista cedida por el filosofo.
Es hasta incomodo en cierto punto intentar hacer una análisis de los porqué, y resultados finales que tuvo y que tendrá la mencionada publicación ya que se podria interpretar como una subestimación a la capacidad perspectiva del entrevistado.
Intentar dar a entender la utilización que hizo la prensa opositora no seria novedoso y mencionar que Feinmann paso por alto que esto ocurriría, repito podría pasar a ser una subestimación.
La elección del titulado y el uso de negritas fue utilizado a la perfección, cada frase en la que el entrevistado menciona cierta distancia respecto a un gobierno al que “apoya” (aunque nunca ciegamente) es resaltada con la intención de generalizar el tono de la entrevista. Nadie o pocos leerán la entrevista completa y con los títulos la “opinión pública” dará su veredicto: “el intelectual K abandona al gobierno” o cosas por el estilo.
Reitero, llama poderosamente la atención que el intelectual no haya previsto el uso que se haría de sus palabras. La segunda opción es que adrede y previendo esto haya tomado igualmente la decisión de hacerlo. Lamentablemente se ha dado una situación tal en la que se esta de un lado o de otro, los medios que denuncian la polarización y enfrentamiento, toman las declaraciones de cualquiera que mencione alguna critica hacia el gobierno y lo tildan de opositor, de detractor. Lo opuesto sucede con quien apoye al gobierno, quien recibirá todas las criticas por ser “ultra K”, etc.
En esta “batalla” donde cualquier paso en falso es utilizado para llevar harina a su costal, es al menos analizable (entendible si se quiere) la postura de periodistas y militantes “oficialistas” que reprochan estas acciones, en las que se deja la pelota picando para que la oposición la clave al ángulo.
La postura que toman para el análisis es la de una “batalla política”, el contexto es visto como un espacio de juego donde cada bando usa sus artimañas para ganar terreno (el concepto de consenso es “para la gilada”). Ambos juegan el mismo juego, pero con la diferencia de que la oposición y los grupos opositores nunca lo mencionan ni lo mencionaran; hacer este tipo de concesiones al “enemigo” no pasan desapercibidas para quien entiende como se juega el juego de la política. Caso similar a este se dio cuando Fito Paez aclaró ser apolítico luego de haber sentido asco por Macri y haber recibido el apoyo del arco oficialista, fue una especie de traición; “oficialistas” salieron a apoyarlo y cuando esperaban de el devolución de gentilezas, el se autodenomino “apolítico”. Este parece no ser el mismo caso, ya que probablemente el Filosofo salga a hacer aclaraciones al respecto, pero lamentablemente la opinión publica, poco profunda de análisis, ya haya sacado sus conclusiones al respecto.